
El otro día con un amigo tomando dos cañas me suelta: “Oye, ¿quién narices es Wall Street Wolverine y por qué no para de salir en todos lados en anuncios?”.
Yo sabía de él poco más que lo de «¡¡Aquí se holdea con cojones!!».
Así que como no había hecho ningún artículo sobre él, y no supe muy bien qué decirle, me puse a investigar.
Te cuento…
Wall Street Wolverine es Víctor Domínguez, un creador español que habla de economía y política en YouTube, X (Twitter) e Instagram con un estilo directo y sin anestesia.
Vive en Andorra desde 2020 —lo cuenta la prensa: se fue buscando menor presión fiscal— y su “pack” es liberalismo económico, impuestos bajos y simpatía por las criptomonedas.
Ese cóctel le ha dado una comunidad enorme y un rosario de broncas públicas.
Quién es: edad, estudios, empresa, dónde vive, novia, patrimonio

- Nombre real: Víctor Domínguez Burguillo
- Edad: 30 años (1995)
- Residencia: Andorra (desde 2020)
- Estudios: inició ADE (>2 años) y después Comercio
- Actividades: creador de contenido, entrevistas y directos; colaboraciones en podcasts
- Empresa / marca: Racks (ecosistema de proyectos y marca de zapatillas/ropa; formación y consultoría vinculadas a la comunidad)
- Redes principales: YouTube, Instagram y X (Twitter)
- Ideología/posicionamiento: liberalismo económico (menos impuestos, más libertad de mercado, simpatía por cripto)
- Novia: no hay datos.
- Patrimonio: Tampoco hay datos. Con su primer canal Invictor se estima el rango de ganancias de este canal de YouTube es de 4,6 millones de euros.
- Film: no consta largometraje/documental propio; su trabajo es nativo digital
De dónde viene
La historia de WSW arranca en 2015 con Invicthor, un canal centrado en fitness y desarrollo personal. Ese primer experimento le dio soltura delante de la cámara y olfato para el formato. En 2016 gira el volante y lanza Wall Street Wolverine, ya con el foco en economía y política.
El cambio de temática fue total: del entrenamiento físico a la alfabetización económica exprés.
Su propuesta: hablar “claro y corto”, aterrizando ideas complejas (impuestos, pensiones, déficit, emprendimiento) en ejemplos cotidianos. Ahí engancha a públicos millennial y Gen Z cansados de discursos crípticos.
Cómo cuenta las cosas: redes, formato y estilo

Su funil es clásico del ecosistema actual: clip rápido en Instagram, rebote a X (donde se multiplica la polémica), y luego análisis/charla larga en YouTube.
Le funciona porque simplifica debates económicos y políticos a mensajes cortos, con frases que se te quedan —para bien o para mal— y se comparten fácil.
Cuando sale un tema en agenda, lo aborda sin suavizantes, y ahí es donde prende la mecha. Las portadas sobre él suelen llegar por ese circuito.
Las dos broncas recientes que lo retratan (con fechas)
1) Pensionistas “el colectivo más egoísta” — 17 de septiembre de 2024.
Estalla un clip en Instagram en el que califica a los pensionistas como “el colectivo más egoísta” y los llama “lastre”, comparando el sistema público con “una estafa piramidal”.
Se monta un incendio en X: respuestas de políticos, periodistas y ciudadanos, piezas en medios y tertulias.
Lo recogieron Mundo Deportivo, 20 Minutos, Telecinco, HuffPost y otros. Moral de la historia: su tono directo tiene rédito de alcance, pero el coste reputacional es alto.
2) “Esto no es España”: catalán en Andorra — 14 de agosto de 2025.
Aquí pilló a más de uno a contrapié: defendió que, si vives en Andorra, aprendas catalán (A1) por respeto e integración.
La frase que detonó la bomba: “Esto no es España”.
Lo cubrieron medios catalanes/andorranos, con debate en redes entre quienes aplauden la coherencia (respetar al país donde resides) y quienes ven oportunismo.
El matiz es relevante: en un tema cultural, se sitúa del lado de integrarse en el Principado.
Ideología, pero de andar por casa

Si lo tuviera que resumir su ideología sería algo así como un Javier Milei: liberalismo económico de manual. (aunque yo no entiendo de política que conste…)
Menos impuestos, más libertad individual, simpatía por cripto, defensa de que el creador vote con los pies (mudanza si el marco fiscal te cuadra) y, en lo cultural, una mezcla que no siempre encaja en clichés: el caso del catalán en Andorra muestra que no todo es “anti” por sistema, sino que puede abogar por normas locales si vives allí.
En 2025, varios reportajes ya lo ubican dentro de la nueva hornada de influencers políticos que disputan el relato a medios y partidos clásicos.
¿Es solo un Youtuber o hay algo más detrás? Empresas de Víctor Domínguez: el ecosistema Racks
Más allá del canal, Víctor impulsa Racks, una marca centrada en zapatillas/ropa y productos ligados a su comunidad.
En torno a ese paraguas se mencionan iniciativas de formación y servicios para emprendedores (formación práctica, consultoría/colaboraciones, eventos y networking).
Por lo tanto se dedica a monetizar fuera de la publicidad pura del canal, construyendo una marca propia con identidad y comunidad.
En resumen del ecosistema Racks
- Producto: zapatillas y apparel con estética urbana.
- Formación: en inteligencia artificial (Racks Academy) y finanzas personales.
- Servicios/colaboraciones: sinergias con creadores/empresas afines.
Qué percepción se tiene de él en sitios como Forocoches según las opiniones.
La imagen de Wall Street Wolverine en este contexto es claramente negativa.
Desde la izquierda lo ven como el típico “héroe facha de sofá” que va de patriota mientras vive en Andorra y pide dinero a su audiencia.
Pero incluso gente de derechas o liberal le mete caña: lo comparan con Llados y otros gurús, lo ven churrero, pesetero y más preocupado por explotar el miedo a los socialistas que por aportar algo de fondo.
Básicamente, para la mayoría es un personaje que da cringe más que alguien respetado.
¿Qué opina su comunidad? Lo que dicen 700 comentarios sobre su canal
Cuando miras con calma los más de 700 comentarios del episodio con Manuel Llamas (de sus vídeos con más views), se ve claro que la audiencia de Wall Street Wolverine no es “gente random de YouTube” soltando frases sueltas.
Hay patrones muy marcados y bastante coherentes con el discurso del canal.
Lo primero que salta a la vista es el aplauso casi unánime al diagnóstico de empobrecimiento.
Hay montones de testimonios de gente que vive dentro y fuera de España —Alemania, Francia, Chequia, Suiza, EEUU, Portugal, Uruguay…— comparando salarios y precios y llegando siempre al mismo resumen: “en España no salen las cuentas”.
Se repiten historias de personas que llevan una vida muy austera y aun así no consiguen ahorrar, viven con ansiedad por las facturas o acumulan deudas. La sensación de estancamiento económico es casi un personaje más del episodio.
A partir de ahí, aparece otro hilo muy claro: el cansancio brutal con el sistema político.
En los comentarios se dispara contra PP y PSOE sin piedad, pero también contra la partitocracia en general, la justicia politizada, el clientelismo y los grandes medios, vistos como parte del mismo problema.
La gente que le sigue vibra con el mensaje antiestablishment y parece preferir formatos alternativos como el suyo frente a los debates “oficiales” de tertulia de siempre.
En el plano ideológico, la comunidad se mueve mayoritariamente en un marco liberal: menos impuestos, menos subvención que cronifique la pobreza y más espacio para el individuo.
Muchos piden “más voces como Llamas y WSW” y agradecen que alguien diga lo que ellos sienten. Pero no es una masa acrítica: hay una minoría bastante ruidosa que pide datos en serio, comparaciones con Eurostat, contexto sobre coste de vida y menos consignas fáciles.
Esa misma minoría matiza también el discurso sobre servicios públicos (sanidad y educación), la cultura subvencionada o el papel de las criptomonedas, donde se mezclan entusiasmo y desconfianza a partes iguales.
La migración aparece como termómetro económico constante.
Hay historias de españoles que se han ido fuera y cuentan que sí, se cobra más, pero también se paga más por todo; y otros que recuerdan que, con sanidad pública y ciertos precios aún contenidos, España puede ofrecer algo de margen para rentas bajas.
El mensaje de fondo es: si se van a hacer comparaciones internacionales, que sean reales, con ingresos y precios, no sólo mirando el sueldo bruto.
También hay feedback muy concreto sobre el “producto” en sí: el contenido gusta, pero el formato tiene fricciones.
Bastante gente se queja de que hay demasiados anuncios y eso hace pesado seguir el vídeo completo. Otros piden más shorts con los momentos clave, y más gráficos y datos en pantalla para aterrizar los argumentos.
Es decir, la comunidad compra el enfoque, pero pide que la experiencia sea menos saturada de publicidad y más visual.
Y luego está la minoría crítica organizada: usuarios que corrigen datos históricos, puntualizan cifras de paro, matizan referencias a modelos nórdicos o señalan cuando se abusa de términos políticos de forma imprecisa.
No son haters, son el típico público que penaliza la hipérbole y agradece el rigor. Si se les cuida, pueden ser aliados potentes a la hora de reforzar la credibilidad del canal.
En conjunto, el retrato que sale de estos comentarios es bastante claro: Wall Street Wolverine tiene una comunidad ampliamente alineada con su marco liberal y muy harta del statu quo político y mediático.
La gran oportunidad está en blindar ese discurso con más datos comparables, cuidar el tono cuando se habla de colectivos y recortar un poco la sensación de “bloque de anuncios”. Ahí es donde se pueden ganar a los “curiosos escépticos” que todavía están mirando el canal con cierta distancia.
Todo esto se refuerza con su forma de comunicarse y moverse fuera de YouTube: lenguaje directo, metáforas simples, títulos provocadores que abren conversación, interacción constante en comentarios, clips, directos, colaboraciones con perfiles de economía, política y negocios… y presencia en foros y eventos económicos tanto en España como en Andorra.
No se queda sólo en “youtuber que opina”, sino que se posiciona como alguien con una agenda clara: fiscalidad competitiva, libertad económica, emprendimiento y educación financiera. Y eso, a su audiencia, le encaja como un guante.
Conclusión: el fenómeno WSW
Víctor Domínguez es un comunicador económico que entendió antes que muchos el algoritmo de la conversación: simplificar sin infantilizar, elegir marcos que provoquen reacción y sostener un relato coherente con su vida y su empresa.
Su comunidad respalda el diagnóstico de empobrecimiento y castiga lo que percibe como excesos del Estado y del sistema político.
Para seguir creciendo sin perder identidad, el camino pasa por más datos, menos hipérbole y mejor experiencia de usuario (publicidad, resúmenes y visualizaciones)
Con eso, su contenido no sólo enciende debates: también puede convencer a quien hoy mira desde la puerta.
